UPNFM/PREUFOD

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La Esperanza
 LA CULTURA

Corresponde a la de un pueblo que durante milenios fue cazador, recolector de frutos y raíces de la selva tropical y ahora está en proceso avanzado de sedentarización y hacerse cultivador agrícola.
Un aspecto interesante de los xicaques es que tradicionalmente y a diferencia de muchísimos otros pueblos indígenas, entre ellos no se utilizaban bebidas alcohólicas, todavía hoy, en la Montaña de la Flor, no se usan y se considera a los ladinos, que si las toman, como gente de inferior dignidad, despreciable. El alcohol embota los sentidos, enferma el cuerpo y rebaja la libertad y dignidad del hombre.
En cambio en las otras tribus, más ladinizadas, es notable su poquísima resistencia a los efectos del alcohol: con poco ya están borrachos y totalmente descontrolados. Quizá por el no uso de siempre ahora tienen tan poca resistencia.

El machismo se da entre los xicaques con aspectos diferentes que entre los ladinos. La mujer xicaque suele tener bastante libertad para salir de la casa. Frecuentemente acompaña al marido en sus trabajos. Respeta bastante a su marido y se somete a él. Necesita de su permiso para muchas cosas. Pero si la relación con el marido se deteriora seriamente se siente bastante libre para marcharse con otro. En tiempo antiguos y todavía ahora en la Montaña de la Flor, el matrimonio está bastante controlado por la autoridad del cacique: los novios no pueden serlo sin la autorización del cacique, ni mucho menos juntarse sin el consentimiento público de la tribu. La infidelidad conyugal se considera una indignidad ofensiva. En estas cosas el juicio del cacique es importante y hay consenso en respetarlo.
Es notable la tendencia al autoritarismo entre ellos. En la Montaña de la Flor, el cacique es vitalicio. El cacique anterior, al sentirse viejo o enfermo, nombra a su sucesor, uno de sus hijos o sobrinos, quien le parezca más apto. Su autoridad es total e indiscutible: se necesita su permiso para hablar con extraños, para comerciar o establecer acuerdos, para cuestiones familiares, como mediador en pleitos o desacuerdos, etc. Y quien no obedece es castigado en una "cárcel" por cierto número de días. Privar a alguien de libertad de movimientos se considera gran castigo. Entre ellos la autoridad del cacique se acepta como lo más natural e indiscutible.
En las otras tribus la cultura ambiente ha debilitado fuertemente la autoridad del cacique. Pero se acepta con toda naturalidad que "alguien tiene que mandar". Y a quien manda todos tienen que obedecerle, sin cuestionar mucho si lo mandado es correcto o no. La desobediencia a la autoridad reconocida se considera falta grave. Y no se admiten muchas matizaciones.
Este modo de considerar la autoridad a veces causa grandes conflictos, como en casos de ventas de maderas de la tribu o en decisiones económicas de importancia cuando se mezclan intereses poco claros.
La autoridad de cacique, también se puede conferir a una mujer y es aceptado, aunque con reticencias a veces. También existen "caciques" "naturales", además de los "oficiales" y son obedecidos.


CREENCIAS Y RELIGIOSIDAD

Según parece, desde la antigüedad todos creían en un universo de espíritus y seres poderosos que gobiernan y dirigen el mundo de los seres vivos visibles. En la Montaña de la Flor se habla de Tomam Pones Papawi, el ser supremo que gobierna todo cuanto existe. Subordinados a él están sus dos hijos que dirigen el mundo de los seres vivos por medio de espíritus y seres intermedios.
Su religiosidad no está muy relacionada con los ciclos agrarios de siembra, crecimiento y muerte de las plantas, sino más con el mundo de los animales y sus espíritus protectores. Parece mucho menos elaborada que la de pueblos agrarios.
Las tribus más relacionadas con la población ladina parece que han ido perdiendo mucho de su religiosidad natural, y con ello también mucho de su identidad. Actualmente se consideran católicos casi en su totalidad. Quizá más por fidelidad y gratitud al P. Subirana que por convencimiento propio. No abundan mucho las manifestaciones de religiosidad. Las sectas protestantes poco han entrado entre los xicaques; donde han entrado ha sido a través de los más ladinizados.
La Iglesia Católica tiene prestigio y credibilidad entre ellos. Ha sido casi la única institución que los ha protegido y ayudado algo, y eso desde tiempos antiguos.

LA ACTUALIDAD EN LA MONTAÑA DE LA FLOR

LA ACTUALIDAD EN LA MONTAÑA DE LA FLOR

Actualmente el pueblo Xicaque lo constituyen unas 12,000 personas, organizadas en 27 tribus que agrupan algo más de 100 aldeas o caseríos a pesar de que muchas tribus tienen títulos de propiedad de sus tierras, de tiempos del P. Subirana, sus mejores tierras han sido invadidas por ladinos, ganaderos y cafetaleros y madereros que han ido destruyendo sus bosques. Los indios han ido retrocediendo a la parte alta de los cerros, ya muy deforestados, erosionados e infértiles.
Aunque el modo de vida original es ya imposible en la actualidad, todavía quedan rasgos y características de aquel tiempo: son agricultores porque las circunstancias les obligan a serlo, y quieren su tierra, ya que es la base de su vida y la fuente de la que obtienen los recursos para sobrevivir. Pero no aprecian la tierra como otros pueblos originariamente agricultores; no la cultivan con el amor y la veneración de los lencas o los mayas. Para los xicaques es más bien territorio de caza y recolección de productos para sobrevivir, no tanto lugar donde sembrar. Es territorio a dominar, no tanto tierra para cultivar.
Son duros y resistentes para caminar, para subir y bajar cerros, pero no tanto para trabajar constantemente en un lugar.

Su vivienda suele ser una pequeña champa de palos rústicos amarrados, a veces tapando los huecos con barro, pero muchas veces sin embarrar, o sólo embarran el lado más azotado de los vientos. El techo suele ser de manaca o de zacate, o dos aguas. El fuego frecuentemente está en el centro o a un lado de la champa.

Las aldeas suelen ser de pocas viviendas, 8 a 12 o raramente más de 20. Y además las viviendas suelen estar dispersas con distancias bastante grandes de una a otra. La dispersión ha sido tradicionalmente un modo de defensa contra dominadores externos. Pero también resulta un serio inconveniente para cualquier clase de servicios comunales.

 ECONOMIA


Su economía se basa ahora en productos de autosubsistencia: maíz y frijol. Antiguamente parece que casi no utilizaban el maíz, más de las culturas mayas y lencas. Pero sí mucho las raíces como yuca, camote, malanga y otras. Con la desaparición de los bosques estos productos han ido disminuyendo mucho. Al ser tierras altas (1000 a 1500 m.), el café se produce bien. Desde principios del siglo se fue introduciendo, creando nuevas oportunidades para ellos, pero también revalorizando las tierras y haciéndolas más deseables a gente de fuera... y trayendo consigo más despojos. Café y frijoles son los pocos productos que venden afuera.
La venta de productos se ve muy influida negativamente por las dificultades para la conservación y transporte. Sus casas son tan pequeñas y rudimentaria que es muy difícil conservar algo en ellas. No hay tradición de ello. Además la economía tan precaria que tienen les obliga a vender lo poco que producen antes de cosecharlo o al momento de hacerlo, sin conservar ni siquiera lo necesario para subsistir hasta la próxima cosecha. Esa hace que temporadas de hambre y gran escasez no son raras entre ellos. El trabajo para los cafetaleros produce algunos ingresos, pero también crea una dependencia a veces muy fuerte que puede generar más pobreza y miseria.
Es tradicional entre los xicaques la cría de jolotes, más que la de gallinas, el jolote es bastante costoso de mantener y aunque suelen tener un precio alto en los mercados, las dificultades de comunicaciones y las poco desarrolladas cualidades comerciales de los indígenas, hacen poco rentable su cría.
Un producto que produce algunos ingresos en el mimbre. Se produce en las zonas de bosque húmedo de altura, en tierras de algunas tribus. La mayor parte lo comparan en bruto comerciantes de fuera, para exportarlo. Hay tradición de hacer canastos y objetos de mimbre y de carrizo, pero está muy poco desarrollada esta artesanía.
Una riqueza natural importante de las tribus es la madera. En la mayoría el pino, pero en algunas partes también el cedro, el laurel, el nogal, el san Juan y otros. En varias funcionan aserraderos que sacan la madera en cantidades grandes, pero que muy pocos beneficios dejan a los indígenas. Aunque existen reglamentos y ordenanzas, la corrupción y la mala administración casi impiden que las tribus se beneficien algo de esa riqueza. Además los frecuentes incendios agravan el problema. Por parte del gobierno no ha habido intentos de racionalizar y ordenar la utilización de los bosques, pero casi todo ha quedado ahogado en la burocracia y la lucha de intereses inmediatos.


LOS XICAQUES O TOLUPANES EN LA MONTAÑA DE LA FLOR

LOS XICAQUES O TOLUPANES 
EN LA MONTAÑA DE LA FLOR 



Se supone que los Xicaques o Tolupanes proceden de América del Norte, del grupo étnico identificado como Hokan - Siux. Parece que hace varios miles de años hubo una migración desde el Norte y varios grupos llegaron y se establecieron en las costas orientales de lo que ahora es Honduras. Posteriormente la expansión del imperio azteca en México dividió ese grupo étnico, quedando los Siux en el Norte y los Xicaques en el Sur.
Originalmente eran grupos que vivían de la caza. Ello les obligaba a estar continuamente en movimiento, sus viviendas eran simples champas que construían a la carrera y abandonaban con facilidad.
La gran movilidad necesaria para la caza les impedía hacerse agricultores y también establecerse en poblados grandes.
Su carácter y modo de ser estaban también marcados por el tipo de vida que llevaban: atentos y pacientes para observar los movimientos y las costumbres de los animales, sigilosos para observar, ligeros para caminar, y valientes y decididos para atacar y matar. Esas mismas características se manifestaban también en el trato con otros pueblos. Para los españoles, xicaque era como decir bravo, valiente, indomable, salvaje "indio selvático", hombre duro y resistente.
A la llegada de los españoles, los xicaques ocupaban el territorio limitado por los ríos Ulúa, Sulaco y Aguán y la costa del Caribe. Aproximadamente lo que ahora son Los departamento de Yoro, Atlántida y Colón. Sus vecinos por el Norte eran Los Mayas, pueblo imperial y dominador, pero ya en decadencia. Por el occidente estaban los Lencas, pueblo de campesinos más pacíficos. Y por el Sur limitaban con los pech, sumos y tawahcas, con los que parece que vivían en cierta enemistad y desconfianza. No eran raras las peleas entre ellos. Por la costa parece que llegaban con cierta frecuencia comerciantes mexicanos. Se han hallado restos de utensilios aztecas en ciertos lugares.
Los españoles no llegaron a someter a los xicaques. En parte por su bravura, espíritu de independencia, indocilidad y rebeldía contra cualquier clase de dominio. En parte porque aunque más fuertes y de mayor estatura que los otros pueblos, no eran fácilmente adaptables al trabajo en las haciendas y plantaciones. Y en parte también porque al estar continuamente en movimiento y sin formar aldeas estables, era muy costoso el reclutarlos: nunca se sabía donde hallarlos.


LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS 


Los franciscanos que intentaron evangelizar a los xicaques parece que no tuvieron mucho éxito. La dispersión y el modo de vida semi – nómada y su espíritu indomable e independiente los hacía difícilmente accesibles. El centro de Luquigüe con su grande y hermosa iglesia colonial es signo de los grandes esfuerzos realizados por los misioneros y también del poco fruto conseguido. La supresión de los subsidios que venían de España al producirse la independencia, obligó a abandonar Luquigüe después de más de 100 años de trabajo misional.

En 1858 el P. Manuel de Jesús Subirana reasumió la evangelización de los xicaques, aprendiendo la lengua tol y viviendo entre ellos. Su método de anunciar la Fe Cristiana con mucho amor, paciencia y espíritu de servicio y sin afán de dominar parece que fue convenciendo a los indígenas que se fueron bautizando en gran número.
Según sus informes llegó a bautizar unos 9,000 xicaques, es decir casi la totalidad de los que vivían en esa época.

El "Santo Misionero en sus 9 años de trabajo apostólico en Yoro, consiguió armonizar eficazmente los diversos aspectos de la Evangelización.
El anuncio del Evangelio, la catequesis y la administración de los Sacramento con amor, paciencia, generosidad y servicialidad.
La defensa del ambiente vital de los Xicaques, consiguiendo del gobierno el reconocimiento de sus territorios y los títulos legales de propiedad, organizando las tribus.
La defensa de su vida y sus derechos, por medio de un reglamento que los protegiera en sus relaciones contra los abusos de los ladinos. Estableció además unos dos protectores de indios" que velaran por evitar y corregir abusos.
También integró el aspecto educativo y cultural, estableciendo, junto a las ermitas o capillas de las tribus, escuelas para alfabetizar y enseñar lo básico a los indígenas.
Todo ello despertó nuevas esperanzas y nueva vida en el pueblo xicaque, que hasta hoy reconoce agradecido esa labor.
Pero el morir el 27 de noviembre de 1864, no hubo otro misionero que continuara su labor y los que debían ser "protectores de indios", en parte se hicieron lo contrario: algunos los empezaron a utilizar como mozos baratos en la explotación de la zarzaparrilla de los bosques. En 1868 el gobernador de Yoro reclutaba militarmente a los indios para que le sirvieran en su negocio de exportación de zarzaparrilla, obteniendo con ello buenos beneficios, pero explotando bárbaramente a los indios. En ese año algunos miembros de la tribus de Santa Marta se revelaron contra los soldados del gobernador que les obligaban a trabajar y parece ser que mataron a alguno. Entonces el gobernador envió más soldados a castigarlos y un grupo de 7 adultos huyó hacia la Montaña de la Flor, donde los soldados no los pudieron hallar. Allí fundaron una colonia que se ha mantenido muy aislada y ha conservado su lengua, su cultura y sus tradiciones hasta la actualidad. Ahora unas 300 personas organizadas en dos tribus, viven en esa zona montañosa, repartidos por varios caseríos.

MONTAÑA DE LA FLOR

HISTORIA DE LA MONTAÑA DE LA FLOR 

  

Se les conoce como XICAQUES pero su nombre auténtico es TOLUPAN; el término de Xicaques fue utilizado por los colonizadores para referirse a los diferentes grupos rebeldes de Tegucigalpa. Los xicaques de la Montaña de la Flor se autodenominan Tolupanes, empero los que habitan en Yoro se han acostumbrado a la denominación de Xicaques. Hacia fines de la época prehispánica se extendieron por la costa atlántica, la Bahía de Honduras, desde el Río Ulúa a Puerto Castilla, cerca de la actual Ciudad de Trujillo y tierras adentro hasta el Río Sulaco, pero en el año de 1,609 los Tolupanes se ubicaron como grupo étnico en el área de los Ríos Guayape y Guayambre, en el Departamento de Olancho.

Es importante señalar que éste proceso de reasentamiento étnico, murieron grandes cantidades de indígenas debido al trabajo forzado y a las enfermedades foráneas. Fue el misionero español Manuel de Jesús Subirana quien en 1,864 al observar el exterminio de los indígenas, gestionó ante las autoridades los títulos de propiedad para éstas poblaciones. Vale mencionar que dichas tierras tituladas a favor de los indígenas, hoy día son motivo de disputa por encontrarse, la gran mayoría ocupadas por cafetaleros y ganaderos ladinos en el departamento de Yoro.


LOS TOLUPANES, 
DE LA MONTAÑA DE LA FLOR



El pueblo indígena Tolupán que habita en la zona de la Montaña de la Flor, en el municipio de Orica, departamento de Francisco de Morazán comprende las tribus: La Lima, Lavanderos, San Juan, La Ceiba y Guaruma. 

El pueblo Tolupán es el más antiguo de Honduras, su territorio ancestral está en el Departamento de Yoro. Los Tolupanes se asentaron en la Montaña de la Flor aproximadamente en 1860, huyendo de los trabajos forzosos a que eran sometidos por el gobernador de Yoro. En general, el número de habitantes total en la Montaña de la Flor es de 1,114 personas, agrupadas en 232 familias.

Están organizadas socialmente a través de Tribus lideradas por un cacique. Su lengua: el tol, es hablada especialmente en las tribus de La Ceiba y San Juan.Las tribus Tolupanes de la Montaña de La Flor no disponen de un acceso fácil aunque últimamente 2008, el gobierno ha abierto una carretera de tierra que de la aldea El Ocote conduce hasta la tribu de San Juan pasando por la de Lavanderos. Esas acciones tendrían que completarse con la construcción de puentes, pues el río que cruza casi toda la montaña tiene mucho caudal sobre todo en la época lluviosa. Otro elemento nuevo es la pronta instalación de la energía eléctrica, que se evidencia en los postes ya colocados. 

De concretarse este servicio, habrá grandes impactos en esos pueblos; algunos positivos, pero otros podrían trastornar los modos de vida de estas tribus. A pesar de estas mejoras, no existe un servicio de transporte público, Y de nuevo la paradoja: una exuberante riqueza natural muy conservada, no es aprovechada para mejorar sus condiciones de vida. 

Los Tolupanes viven en extrema pobreza, tienen una economía de subsistencia a base de siembra de maíz y frijoles con apoyo de una tecnología rudimentaria. Cuando la cosecha es escasa, los hombres deben buscar el empleo como trabajadores en granjas vecinas (no tolupanes) y otros trabajan la cestería. 

Fuertes hambrunas han afectado la zona de la montaña de la Flor en 2001 y 2002, percibiéndose las secuelas actualmente con un alto grado de desnutrición y epidemias que han afectado a la población. Sus casas son construidas de bahareque con piso de tierra y techo de paja, no cuentan con suficientes letrinas y agua potable. Eventualmente algún periódico capitalino hace reportajes que sensibilizan algún sector de clase media y que expresan con donativos diversos; pero con todo y la buena voluntad, sólo hacen extensivo el paternalismo, conel que han sido tratados estos pueblos. 

El 45% de los indígenas Tolupanes son analfabetas, según Informe sobre Desarrollo Humano 2006, para el año 2004, Orica, municipio donde se localiza la Montaña de la Flor, registró una tasa de analfabetismo12 de la población mayor de 15 años de 32.9%, un 23.1% de población que no tiene acceso a agua de buena calidad un 61.6% de niños menores de años con desnutrición, un ingreso per. capita de $1,653.00 y un índice de pobreza humana (IPH) de 33.6%.Orica registra un índice de desarrollo humano (IDH) de 0.603 que se considera medio según los intervalos del IDH.