LOS XICAQUES O TOLUPANES
EN LA MONTAÑA DE LA FLOR
Se supone que los Xicaques o Tolupanes proceden de América del Norte, del grupo étnico identificado como Hokan - Siux. Parece que hace varios miles de años hubo una migración desde el Norte y varios grupos llegaron y se establecieron en las costas orientales de lo que ahora es Honduras. Posteriormente la expansión del imperio azteca en México dividió ese grupo étnico, quedando los Siux en el Norte y los Xicaques en el Sur.
Originalmente eran grupos que vivían de la caza. Ello les obligaba a estar continuamente en movimiento, sus viviendas eran simples champas que construían a la carrera y abandonaban con facilidad.
La gran movilidad necesaria para la caza les impedía hacerse agricultores y también establecerse en poblados grandes.
Su carácter y modo de ser estaban también marcados por el tipo de vida que llevaban: atentos y pacientes para observar los movimientos y las costumbres de los animales, sigilosos para observar, ligeros para caminar, y valientes y decididos para atacar y matar. Esas mismas características se manifestaban también en el trato con otros pueblos. Para los españoles, xicaque era como decir bravo, valiente, indomable, salvaje "indio selvático", hombre duro y resistente.
A la llegada de los españoles, los xicaques ocupaban el territorio limitado por los ríos Ulúa, Sulaco y Aguán y la costa del Caribe. Aproximadamente lo que ahora son Los departamento de Yoro, Atlántida y Colón. Sus vecinos por el Norte eran Los Mayas, pueblo imperial y dominador, pero ya en decadencia. Por el occidente estaban los Lencas, pueblo de campesinos más pacíficos. Y por el Sur limitaban con los pech, sumos y tawahcas, con los que parece que vivían en cierta enemistad y desconfianza. No eran raras las peleas entre ellos. Por la costa parece que llegaban con cierta frecuencia comerciantes mexicanos. Se han hallado restos de utensilios aztecas en ciertos lugares.
Los españoles no llegaron a someter a los xicaques. En parte por su bravura, espíritu de independencia, indocilidad y rebeldía contra cualquier clase de dominio. En parte porque aunque más fuertes y de mayor estatura que los otros pueblos, no eran fácilmente adaptables al trabajo en las haciendas y plantaciones. Y en parte también porque al estar continuamente en movimiento y sin formar aldeas estables, era muy costoso el reclutarlos: nunca se sabía donde hallarlos.
LOS PRIMEROS ASENTAMIENTOS
Los franciscanos que intentaron evangelizar a los xicaques parece que no tuvieron mucho éxito. La dispersión y el modo de vida semi – nómada y su espíritu indomable e independiente los hacía difícilmente accesibles. El centro de Luquigüe con su grande y hermosa iglesia colonial es signo de los grandes esfuerzos realizados por los misioneros y también del poco fruto conseguido. La supresión de los subsidios que venían de España al producirse la independencia, obligó a abandonar Luquigüe después de más de 100 años de trabajo misional.
En 1858 el P. Manuel de Jesús Subirana reasumió la evangelización de los xicaques, aprendiendo la lengua tol y viviendo entre ellos. Su método de anunciar la Fe Cristiana con mucho amor, paciencia y espíritu de servicio y sin afán de dominar parece que fue convenciendo a los indígenas que se fueron bautizando en gran número.
Según sus informes llegó a bautizar unos 9,000 xicaques, es decir casi la totalidad de los que vivían en esa época.
El "Santo Misionero en sus 9 años de trabajo apostólico en Yoro, consiguió armonizar eficazmente los diversos aspectos de la Evangelización.
El anuncio del Evangelio, la catequesis y la administración de los Sacramento con amor, paciencia, generosidad y servicialidad.
La defensa del ambiente vital de los Xicaques, consiguiendo del gobierno el reconocimiento de sus territorios y los títulos legales de propiedad, organizando las tribus.
La defensa de su vida y sus derechos, por medio de un reglamento que los protegiera en sus relaciones contra los abusos de los ladinos. Estableció además unos dos protectores de indios" que velaran por evitar y corregir abusos.
También integró el aspecto educativo y cultural, estableciendo, junto a las ermitas o capillas de las tribus, escuelas para alfabetizar y enseñar lo básico a los indígenas.
Todo ello despertó nuevas esperanzas y nueva vida en el pueblo xicaque, que hasta hoy reconoce agradecido esa labor.
Pero el morir el 27 de noviembre de 1864, no hubo otro misionero que continuara su labor y los que debían ser "protectores de indios", en parte se hicieron lo contrario: algunos los empezaron a utilizar como mozos baratos en la explotación de la zarzaparrilla de los bosques. En 1868 el gobernador de Yoro reclutaba militarmente a los indios para que le sirvieran en su negocio de exportación de zarzaparrilla, obteniendo con ello buenos beneficios, pero explotando bárbaramente a los indios. En ese año algunos miembros de la tribus de Santa Marta se revelaron contra los soldados del gobernador que les obligaban a trabajar y parece ser que mataron a alguno. Entonces el gobernador envió más soldados a castigarlos y un grupo de 7 adultos huyó hacia la Montaña de la Flor, donde los soldados no los pudieron hallar. Allí fundaron una colonia que se ha mantenido muy aislada y ha conservado su lengua, su cultura y sus tradiciones hasta la actualidad. Ahora unas 300 personas organizadas en dos tribus, viven en esa zona montañosa, repartidos por varios caseríos.
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